Berlín copia el aeropuerto de Castellón

Fuente: El Faro de Vigo

La capital germana ya ha suspendido cuatro veces la inauguración de su nueva terminal aérea, con 3.200 millones de sobrecoste y 20.000 fallos detectados

vuelo aeropuertoComo Castellón o Murcia, esos grandes ejemplos del despilfarro de la obra pública en España, Alemania, gran paradigma mundial de la eficiencia y de la buena gestión, también tiene un aeropuerto sin aviones. Está en Berlín y lleva el nombre del desaparecido político socialdemócrata Willy Brandt, muy ligado al socialismo español. Seis años después de que el alcalde berlinés Klaus Wowereit colocara la primera piedra de la nueva terminal de la capital germana, una de las más relevantes obras de infraestructuras que ha emprendido el país desde la reunificación, la entrada en servicio de las instalaciones acumula tres años de retraso y sigue en el aire.Los fastos inaugurales se han pospuesto ya cuatro veces, tras haberse detectado más de 20.000 defectos de todo tipo en un aeródromo cuyo coste dobla ya el presupuestado en un primer momento, para volar hasta los 5.200 millones de euros. Las últimas previsiones apuntan a que el aeropuerto abrirá por fases.La primera en el verano de 2015, si no hay más demoras.
Auspiciado por los gobierno federal, regional y municipal, el proyecto del nuevo aeropuerto «Willy Brandt» nació para dotar a la capital alemana de una moderna terminal que sustituyese a las dos que están ahora en activo. Se trata, por un lado, de Berlín-Tegel, que asume la mayor parte del tráfico, y, por otro, de Schönefeld, ubicada a las afueras y utilizada por compañías de bajo coste. Con un presupuesto de 2.300 millones de euros, los trabajos arrancaron en 2007. La previsión era que las instalaciones estuvieran operativas en junio de 2012. Sin embargo, la inauguración se fue posponiendo, sucesivamente, para octubre de 2013, para 2014 y, ahora, para el verano de 2015.
El cúmulo de fallos y de problemas que se han ido desvelando a lo largo de estos años compone una chapuza de tal magnitud que parece impropia de un país con tanta fama de eficiencia como Alemania. Baste un ejemplo: uno de los responsables de la obra fue despedido el pasado enero después de que quedara demostrada la imposibilidad de apagar las luces del aeropuerto, dotado de los últimos adelantos técnicos en materia de autogestión energética. «Lo cierto es que aún no hemos progresado lo suficiente con el sistema de iluminación como para poder controlarlo», reconoció el director técnico del proyecto, Horst Amman.

Los diagnósticos realizados por los técnicos han detectado más de 20.000 carencias en las instalaciones. Ahora,la más relevante está relacionada con el sistema de protección de incendios. La última fiesta de inauguración prevista quedó suspendida tras fallar el simulacro de evacuación realizado días antes por los bomberos berlineses.
Por si fuera poco, a los retrasos, fallos, y sobrecostes, se les une el hecho de que, según las encuestas, la ciudadanía está en contra de la construcción del nuevo aeropuerto. El últimos sondeo demuestra que seis de cada diez berlineses prefiere que las cosas se queden como están.
Esto es, con la terminal de Tegel -cercana, cómoda y práctica, aunque date de los tiempos de la Guerra Fría- y no con un gran aeropuerto internacional alejado del centro de la ciudad, una opción que únicamente defienden dos de cada diez ciudadanos consultados.
El aeroportuario es el más llamativo, pero no el único caso de despilfarro, mastodóntico
retraso y chapuza que sufre el gran motor económico de Europa. El coste de la nueva estación de ferrocarril de Stuttgart -que irá soterrada para conectarla con la línea de Alta Velocidad entre París y Bratislava- ha pasado de los 4.500 millones del presupuesto inicial a más de 6.800 millones. Y se retrasa de 2019 a 2022. Más ejemplos: La remodelación del edificio de la Ópera Estatal de Unter den Linden de Berlín suman un sobrecoste de 46 millones de euros y una demora de dos años, mientras que la inauguración de la Filarmonía de Elba, prevista para 2010, se retrasa a 2017. Está en Hamburgo, no en Castellón.

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