Dos años de aeropuerto sin aviones

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La polémica infraestructura de Castellón lleva 24 meses inaugurada pero sin recibir pasajeros. Esta es su historia

Hoy se cumplen dos años del mayor sainete que ha vivido la provincia de Castellón. 24 meses han pasado desde que quedara inaugurado el aeropuerto peatonal, el del abuelito, el aeropuerto sin aviones en un acto que ni Berlanga hubiera sido capaz de guionizar.Por no estar ni siquiera está ya el presidente de la empresa pública (Aerocas) que desde 2003 se embarcó en la construcción de la infraestructura que sigue atada a la imagen de la provincia. No es hiperbólico. Ha sido la mayor campaña de marketing de la historia: ninguna otra infraestructura de la Comunitat ha sido diseccionada por el New York Times, medios asiáticos, de Oriente Medio… Y dos años después, todo sigue más o menos igual.

Carlos Fabra está fuera tras abrirse el suelo bajo sus pies en forma de camino hacia el banquillo. Tampoco está ya Camps, actor secundario de aquella jornada. Ahora será José Císcar, vicepresidente del Consell el que deba conseguir que llegue algún avión.

Y tras dos años, ¿cuáles han sido los principales errores para que el aeropuerto siga siendo hoy lo que o, mejor dicho, lo que no es?

El proyecto nació ya tocado. Pese a la fortaleza de Carlos Fabra por aquel entonces y con José María Aznar en el Gobierno central, Fomento no quiso saber nada de la base. Con el dinero entrando a espuertas en las administraciones Fabra lo tuvo claro: si no hay apoyo político de Madrid, lo haremos desde aquí.

Se apostó entonces por conceder la obra a una empresa que se creó ex profeso para ello: Concesiones Aeroportuarias. El negocio era seguro: la empresa construía la infraestructura y cambio asumía la gestión pero con una red llamada Generalitat: siempre que no se llegara a los 600.000 pasajeros al año (el umbral de la rentabilidad), el Consell pagaría las pérdidas.

El segundo gran problema fue el de los propios terrenos. Con una expropiación muy cuestionada (la oposición aseguraba que eran propiedad de un diputado del PP), las denuncias de colectivos ambientales hicieron parar la obra en multitud de ocasiones.

Y cuando ya casi estaba la obra, llegó la crisis económica. Y los impagos. Y las interrupciones. Ni siquiera la autovía de acceso a la base cumplía los plazos porque la empresa eléctrica que suministraba la luz interrumpió la conexión por las deudas.

No obstante, llegó el día que marcó un antes y un después: el aeropuerto se inauguraba a las puertas de las elecciones de 2011 con el objetivo, admitido por el propio Carlos Fabra, de obtener un rédito electoral. Se organizaron tours de vecinos para pasear por las pistas pero la Junta Electoral los prohibió. Las asociaciones de Amas de Casa se quedaron con las ganas con un pie ya dentro del autobús de visitas.

Pero aún faltaban algunos capítulos sonados. Un día antes de acabar 2011 el Consell emitía un comunicado con el cierre de los periódicos acechando para anunciar que rompía el acuerdo con Concesiones Aeroportuarias y se desembocaba todo en los tribunales (la empresa exige 228 millones de euros).

Justo en medio de la batalla judicial (que desde Aerocas se pretendía frenar ya que “siempre es mejor un mal acuerdo que un buen juicio”) llegó otro desastre: las pistas no eran lo suficientemente grandes como para que aterrizaran vuelos chárter y había que reformarlas.

Todo lo que ha rodeado al proyecto ha estado envuelto en gags. El escultor de la estatua que da la bienvenida a los presuntos pasajeros, Juan Ripollés, (cuyas esculturas le hablan) aseguraba que se había inspirado en Carlos Fabra. Luego lo desmintió y el presidente de Aerocas, en su línea, declaraba que “yo soy feo, pero no tanto” para sacarse de en medio la imagen de homenaje faraónico que ya trascendía fronteras.

En todos estos años de vez en cuando saltaba la liebre y se anunciaba una fecha de llegada del primer avión. Pero nada. Llegó el primer avión de pruebas, hace cuestión de semanas. Y se anunciaba que un grupo libio quería comprar el aeropuerto a la vez que se alquilaban las pistas para entrenamientos de coches de carreras.

Al Consell se le agotó la paciencia y los libios enmudecieron. O al revés. Y hasta ahora. Ahora Císcar, que ya ha lidiado con el polémico apoyo al Valencia o ha tenido que mediar en asuntos como el caso Cooperación tiene ante sus manos el final del enredo. Octubre es la última fecha para que llegue el primer avión. Y entonces, la normalidad sería por primera vez noticia.

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