DENIA (VALENCIA)- Cada semana, un grupo de jubilados alemanes se reúnen en el Bar Isa, a las afueras de Denia. Han formado el Euroclub. Aunque hay austriacos y de otras nacionalidades, la gran mayoría son alemanes, que disfrutan de la pensión en la costa levantina, relajados, sin más preocupación que «esperar la muerte», como asegura uno de ellos. La noche del martes cenaron juntos y el miércoles por la mañana muchos de ellos madrugaron para hacer una excursión por las montañas de Alcoy, una localidad vecina. Otro se iba a dar una vuelta en el barco… Son alemanes felices, enamorados del tiempo de España, con dinero para gastar y que dan vida durante todo el año a la zona….. Viven tranquilos bajo la suave temperatura de la costa y cuando en verano llegan las aglomeraciones, aprovechan para volver a Alemania, a ver a los suyos. España ya es su lugar de residencia, el retiro dorado tras años de trabajo. Un país donde la crisis ahoga a muchos y al que Alemania impone sus reglas y no suelta la cuerda de la soga. «Pero es que allí no saben lo que sucede aquí. Merkel no entiende que muchos españoles lo están pasando muy mal», dicen los que se sientan a hablar con este periódico.«Los políticos no saben. Nosotros no nos fiamos de ellos».

Según el INE, en España hay 197.000 alemanes, más del 20% vive en la costa. La crisis de España a ellos les pasa de refilón, disfrutan de la mentalidad de nuestro país: «En Alemania», continúan,« hace diez años hicimos muchas reformas, sobre todo la laboral. Y allí piensan que a España le toca ahora pasar por esto».

Horst Glode fue concejal del PP en Denia y ahora, junto a su mujer, lleva un bar en el que paran los policías. Horst llegó en 1982 para montar una empresa de buceo, pero en aquella época el papeleo le superó. Se metió en una promotora inmobiliaria, después creó él una, entró en política y estos días vive en paz. Está pendiente del partido de la Liga de Campeones del Barcelona. Al día siguiente, el Madrid perderá contra el Borussia Dortmund. Intenta justificar a Merkel: «Ella se debe a sus votantes, por eso es tan exigente con España». Horst es más optimista con España que con la actitud de Alemania. Nos visitó en 1974, estuvo en Jávea cuando el medio de locomoción más popular aún era el burro. Ha comprobado cómo el país se ha endeudado: «Aquí he visto marcas de coches que no había en Alemania», pero también cómo ha crecido.

Horst cuenta que ha tenido algún problema con el periódico Costa Blanca Nachrichten, una publicación semanal en alemán que vende unos 18.000 ejemplares. Es el medio por el que los alemanes jubilados se informan de lo que pasa en la costa. Muchos de ellos no han aprendido español. Anne, una de las redactoras, empezó en 2004 como becaria, después de pasar un Erasmus en Valencia. Volvió para trabajar en el periódico y, por cosas de la vida, se enamoró y es madre. «He escuchado a Merkel decir que los españoles tienen que seguir recortando, pero está claro que la gente no puede más».

En el periódico sufren la crisis como el resto del sector. Ha bajado el número de ejemplares y también la publicidad. Anne está ligeramente preocupada. Tienen compatriotas que se han tenido que volver a causa de que aquí ya no había trabajo.  Muchas de las noticias del diario semanal tratan sobre los problemas económicos que estamos viviendo. «Es verdad que muchas veces –continúa Anne– nos llaman alemanes amargados con los españoles. Pero son muy pocos y supongo que pasa en todos los periódicos». Según cuenta Anne y varios alemanes más, el tópico del español vago que duerme la siesta sigue vigente. «Tienen que venir aquí y ver el calor que hace a las horas de la comida para ver si se puede trabajar», refuta Anne. Una de las jubiladas del Euroclub es muy gráfica al describir lo que piensan los que viven en el país germano: «Creen que si tú das dinero a un borracho y se lo gasta en bebida una y otra vez, no tienes que seguir dándole».

Los alemanes aquí disfrutan del carácter español, vienen aquí porque se es menos estricto y más feliz. Temen que Alemania, además de sus normas económicas, imponga sus costumbres. El abuelo de Jennifer vino a pasar sus últimos días en España. Después llegaron su mujer, su hija, su nieta y aquí ha nacido la hija de ésta. En total, cuatro generaciones de mujeres alemanas que llevan una panadería germana en Calpe.  Jennifer aterrizó con 14 años, ha crecido aquí, en la escuela y en la cultura española. No cambiaría su vida por nada. «No me parece bien lo que está sufriendo la gente en España».

Pese a que los recortes pueden afectar a su nivel de vida, a muchos alemanes les cuesta ver algún defecto en su país. Richard Erfurt, que acaba de abrir en Calpe una cervecería con su propia cerveza, sólo dice que «la culpa es de Estados Unidos, donde comenzó todo». No quiere hablar de Alemania, aunque salió de allí para huir de un problema familiar y comenzar una nueva vida en España. Gunther, creador del Octoberfest en Calpe desde hace 25 años, es consciente de la complicada situación: «España ha cambiado mucho en los últimos años. Nosotros aquí sí que vemos lo que sucede».